El siglo XV de la Hégira (emigración del Profeta Muhammad, sallallah 'alaihi wa sallam, de Meca a Median, hecho que marcó el inicio de la era islámica), ¿será el siglo del Islam? ¿Hay pruebas que nos auguren tal afirmación? ¿Cuál es el camino que debemos seguir los musulmanes para lograr este anhelado suceso? Estas son algunas preguntas que me hago a mí mismo y a todos los que leen este artículo, para ver si podemos encontrar respuestas satisfactorias y alentadoras.
Para nadie es un secreto que el Islam y los musulmanes son víctimas de un ataque indiscriminado, sistemático y directo en todo el mundo. Los esfuerzos por borrarlos de la faz de la tierra se han incrementado en los últimos años como es evidente. ¿Será esto prueba de que se acerca el tiempo en que el Islam nuevamente asuma el liderazgo mundial y que genere un cambio en la cultura y transforme los modelos sobre los que se establece el racionamiento, la forma de pensar y ver las cosas? Yo creo que sí, porque pienso que, como lo menciona un dicho árabe, cuando alguien ve que le están tirando piedras desde atrás, eso quiere decir que él está delante de todos. Además, contamos con millones de personas jóvenes que están dispuestos a hacer algo en beneficio de la Ummah (Nación Islámica), para que salgan del letargo en el que se encuentran los musulmanes; lastimosamente, muchos de ellos no conocen los medios o el camino que pueden seguir para lograr su propósito. ¿Podemos ayudarles a alcanzar este noble objetivo?
Es importantísimo que todos seamos conscientes de que no podemos consolidar la religión sin antes haber fortificado a sus practicantes, y que no es posible construir una nación basados solo en números y estadísticas, porque lo que se necesita es que por lo menos un grupo de estos jóvenes –no menor al cinco por ciento del total de todos los musulmanes en el mundo– realice cambios en sus vidas personales y actividades diarias, comprometiéndose a realizar acciones únicas y especiales que marquen hitos en las futuras generaciones. El reto que supone lograr esto es grande, y está representado en que cada uno de aquellos que estén comprometidos e interesados en mejorar el futuro de su religión y de esta Ummah, implementen en sus vidas obras que mejoren, fortalezcan y enaltezcan su conducta y comportamiento. Esto porque las acciones extraordinarias que realice la persona son una gran ventaja para ella, especialmente en los momentos difíciles. En la Sunnah del Profeta Muhammad, sallallah 'alaihi wa sallam, encontramos varios relatos que hacen alusión a esta ventaja a la que nos referimos; recordemos la historia de los tres hombres que quedaron encerrados en un cueva a la que entraron para refugiarse de la lluvia, cada uno de ellos le suplicó a Al-lah Su ayuda mencionando una gran obra que realizó en el pasado; así, la enorme roca que había cerrado la entrada se movió y quedaron libres.
No está demás mencionar también la narración de aquel hombre que se compadeció del perro que moría de sed, se metió al pozo, llenó su bota de agua y le dio de beber al animal sediento; o la del comerciante que se conmovía de las dificultades por las que pasaban algunos de sus clientes y les perdonaba sus deudas; y qué decir del Hadiz que menciona las siete acciones que harán que quien realice cualquiera de ellas se cuente entre uno de los siete tipos de personas que tendrán la fortuna y bendición de estar bajo la sombra de Al-lah el día en que no haya más sombra que la Suya.
Todos estos Hadices de los que hablamos, contienen un mensaje alentador y estimulante, además de exhortador. En ellos se llama y anima a los musulmanes para que efectúen obras únicas e incomparables, pues sus beneficios no solo se revertirán en la persona que las realice, sino que definitivamente tendrá un efecto positivo en toda la Ummah. Si analizamos el relato de las siete clases de personas que estarán bajo la sombra de Al-lah, nos daremos cuenta de los beneficios de las buenas obras. El gobernante justo –uno de los mencionados en este Hadiz– por ejemplo, es una bendición general para las personas que se encuentran bajo su responsabilidad, sin que quepa la menor duda de ello. De igual forma sucede con aquel cuyos ojos desbordaron en lagrimas al recordar a Al-lah en la intimidad de su habitación –lejos de la vista de los demás–, ya que una persona así demuestra que en su conciencia, su mente y su corazón sienten la presencia de Al-lah, por lo tanto, es un individuo puro, que hará todo lo que esté a su alcance para no caer en la maldad ni el pecado, como es el caso del otro personaje mencionado en este revelador Hadiz, quien por su temor de desagradar y desobedecer a Al-lah rechazó la invitación indecente de una mujer bella y de noble posición. Y así podemos extendernos en nuestro análisis hasta que el teclado de nuestro ordenador se desgaste por completo.
Nos encontramos en el momento y el lugar justo y preciso en el que podemos afirmar con toda seguridad que tenemos la posibilidad de enriquecer la Ummah con obras inmensas, como las que los piadosos y justos establecieron como modelo a seguir. Contamos con un grupo selecto de jóvenes musulmanes que crece día a día, comprometidos con la práctica del Islam como tal, y que además se destacan por ser educados, profesionales y cultos; entienden que ellos son la inversión más importante del proyecto de regeneración de la Ummah, por lo que han asumido la responsabilidad de hacer que dicho proyecto prospere y se logre terminar. Ellos han dedicado todo su tiempo, esfuerzo y recursos para reflexionar y planificar los pasos que deben dar a favor del éxito de este plan, con optimismo y, sobre todo, con certeza y confianza absoluta en Al-lah. No solo las grandes acciones y obras son las que tienen recompensas iguales a su medida, sino que las pequeñas pueden merecer una retribución gigantesca; por lo que cualquier musulmán, sin importar su condición, que esté dispuesto a seguir firmemente las órdenes de su Señor, puede sumarse a este grupo y hacer grandes cosas por su Ummah.
Una nación pobre no es aquella que no cuenta con recursos naturales o riquezas materiales inmensas, al fin y al cabo, la economía no es algo constante y siempre anda dando sorpresas. Lo que realmente define la pobreza de una nación es el estado en el que se encuentren sus ciudadanos; si su fe y conducta están por el suelo, los menores y mayores ocupados en banalidades y cosas superficiales, y no cuentan con –o no siguen– modelos de los virtuosos, justos y piadosos, son una carga para la nación y su ruina. Por ello, hay que trabajar para fortalecer a los musulmanes que se encuentran débiles en su fe y práctica de la religión, pues es el único camino que tenemos para sacar de la pobreza a nuestra Ummah.
Si logramos reunir el porcentaje de musulmanes que mencionábamos en un comienzo y que se caractericen por todo lo bueno que hablamos, entonces podemos estar seguros de que en ese momento el mundo cambiará por completo, y de esa forma podremos afirmar que este siglo será el del Islam.