Existen dos clases de días festivos en occidente: los que son simplemente bobos, cuyo único objetivo es divertirse como el Día de Inocentes o Año Nuevo; y los días festivos relativamente importantes (de reflexión), como el Día de la Madre y el Día de Acción de Gracias (en los EEUU).
Para los musulmanes, nuestros días festivos o ‘Ids caen en la segunda categoría, porque ellos son días de celebración que implican periodos de intensa adoración. Históricamente, durante los días festivos la gente solía concentrarse en actividades espirituales y religiosas. Entonces, ¿podría considerarse también a Ramadán como un día festivo?
Bueno, no usaremos más esa palabra para describirlo. Todos sabemos que Ramadán no es un día festivo, que se trata de un mes entero cuyos días se pasan ayunando y sus noches rezando y yendo a la mezquita.
Y mientras que otros días festivos exigen que compremos un costoso regalo para mamá o que organicemos un fabuloso banquete con pavo, con lo que nos sentimos expiados todo el año, Ramadán no ofrece ningún acceso directo a la salvación. Son 29 ó 30 días, lo tomas o lo dejas.
Pero no se trata solo de las ventajas que vienen con las cortas vacaciones que las hacen más fáciles de conmemorar que una celebración de 30 días. No es debido a que el ambiente solo dura un periodo breve o que aquellos cortos eventos son fáciles de planificar. Sino que es debido a que es más fácil vestir un disfraz por un momento que permanecer en ese estado por todo un mes.
Eso explica por qué Ramadán a menudo me recuerda a una adicción. A lo largo de nuestras vidas seguirnos patrones de conducta que se alternan entre lo destructivo y lo tolerable. Pero cuando la parte destructiva nos domina hace falta de un intenso programa de rehabilitación para dejar de depender del hábito que hemos formado. Y hasta que eso ocurra, las adicciones permaneces desapercibidas o son deliberadamente pasadas por alto.
Veamos, ¿cómo es que Ramadán y una adicción se parecen? La verdad es que, aunque nunca nos gustaría caracterizarnos por haber caído víctimas de un desorden tan dañino como una adicción, somos tan apegados a nuestras actividades mundanales que nos cuesta mucho dejarlas de lado. Dentro de nosotros reside un amor hacia ellas, y tenemos lazos con ellas, mismos que si se rompen nos harán sentir vacíos; es la adicción a nuestras vidas lo que ha hecho tan difícil para muchos de nosotros aferrarnos a Ramadán como lo hacemos a cualquier otra ocasión especial.
Nadie admitirá la sensación de aprensión cuando se acerca Ramadán, de alterar sus rutinas normales, no para una pausa de un día de vacaciones, sino por todo un mes. Y, llegado el día del ‘Id, incluso si los ayunantes consiguieron alcanzar un cambio drástico de actitud solo por Ramadán, una vez terminado este regresan a su situación anterior, aún sabiendo que no debería ser así.
Y esos son síntomas de adicción: no admitir nuestra susceptibilidad hacia la misma o reconocer nuestra dependencia, así como creer que no se puede garantizar un cambio verdadero o que pueda hacerse.
Mientras más leía sobre la adicción, más se explicaban nuestras actitudes hacia Ramadán, hasta que me encontré con algunos científicos que consideraban a la adicción como un mal funcionamiento del cerebro, incluso cuando el adicto no utiliza activamente la droga, por ejemplo. Anteriormente, se había pensado de manera concluyente en la adicción como un estado de la mente del cual la persona podía liberarse si tenía la voluntad de dominarla. Con estos nuevos hallazgos, muchos de los que tienden a culpar al destino por el estado en que se encuentran pueden ahora apuntar a los cableados de sus células cerebrales.
Pero, si las dos adicciones más costosas –las drogas, el cigarrillo y el alcohol– las cuales les cuestan a los adictos en los Estados Unidos más de 400 billones de dólares anualmente, sirven de alguna indicación,
Pero, si las tres más caras adicciones – las drogas, el cigarrillo y el alcohol – las cuales les cuestan anualmente a los adictos en los EEUU más de 400 mil millones de dólares (según la revista Forbes), nos indican algo, ese algo es que todos los adictos empezaron fumando unos cuantos cigarrillos o bebiendo unas cuantas cervezas por voluntad propia o por decisión personal. Tal vez la adicción se ve agravada por las sustancias que afectan la formación química del cuerpo, pero se profundiza solo por nuestro propio accionar y por la debilidad en nuestra determinación para cambiar.
Por lo tanto, a menos que busquemos huir de nuestra adicción a través de la rehabilitación que Ramadán ofrece, nuestro deseo de continuar el camino de descenso nos hará peor. Dice Al-lah (lo que se interpreta en español): {A quienes luchen denodadamente por Nuestra causa les afirmaremos en Nuestro camino. Ciertamente Al-lah Está con los benefactores.} [Corán 29:69] Solo cuando nos damos cuenta de que necesitamos y de que queremos dejar que Ramadán nos desintoxique de los estilos de vida a los que somos adictos, Al-lah nos Ayudará a ver el camino de la recuperación.
Recientemente, una celebridad que fue arrestada por las mismas actitudes irresponsables que culminaron en dos periodos fallidos en centros de rehabilitación, que costaban 1 500 dólares por día, fue objeto de burla como digna merecedora de un reembolso. Mientras ella ingresa en un tercer programa intensivo de tratamiento de rehabilitación, es importante reflexionar si nuestro programa gratuito de rehabilitación de un mes (Ramadán) no está siguiendo el mismo destino que los de ella.