La palabra “musulmán” significa: “quien se somete a la voluntad de Dios”. El primer fundamento del Islam es conocido como Shahada (testimonio de fe), y consiste en creer y decir lo siguiente: “No hay nadie que merezca ser adorado excepto Al-lah (Dios), y Muhammad es el último Mensajero de Dios”.
En un sentido amplio, cualquier persona que voluntariamente se somete a los mandamientos de Dios es un musulmán. Por lo tanto, todos los profetas que precedieron al Profeta Muhammad (la paz y las bendiciones de Al-lah sean con él) son considerados musulmanes.
Uno no puede juzgar el Islam tomando como referencia a personas que tienen nombres musulmanes pero que no viven ni se comportan como tales. Los musulmanes son personas comunes; los hay buenos y malos. No son criaturas infalibles y, por tanto, cometen errores.
Cuando mencionamos las características de un musulmán, no asumimos que todos los musulmanes las comparten, sino solo aquellos que siguen −lo mejor que pueden− las enseñanzas del Islam.
Podemos resumir las enseñanzas del Islam, respecto al comportamiento musulmán, del siguiente modo:
Ø El musulmán es confiable, no deshonesto.
Ø El musulmán es humilde y no arrogante.
Ø Es moderado y no extremista.
Ø Es reservado y no habla demás (charlatán).
Ø Es cortés y no rudo.
Ø Es sensible y servicial con los demás, no un insensible de corazón duro.
Ø Es considerado y pasivo, no brutal.
Ø Es gentil y respetuoso, no ofensivo ni irrespetuoso.
Ø Es generoso y caritativo, no egoísta ni mezquino.
Ø Es educado y gentil al hablar, no pronuncia maldiciones e improperios
Ø Es atento y generoso, no está lleno de amargura y resentimiento.
Ø Es agradecido por lo que tiene y no es malagradecido.
Ø Es agradable y complaciente, no irritable y melancólico.
Ø Es casto y puro, no lujurioso.
Ø Está atento y no ausente.
Ø Es digno y decente, no indecente.
Ø Es directo y sincero, no hipócrita.
Ø Es optimista y lleno de esperanza, no cínico y pesimista.
Ø Es confiado y de fe profunda, no dubitativo y titubeante.
Ø Es espiritual y no materialista.
Ø Confía siempre en la misericordia divina y no se desespera.
Ø Es ingenioso y atento a sus deberes, no negligente.
Ø Es agradecido con Dios, Le reza constantemente y no olvida sus bendiciones.
La personalidad del musulmán debe ser equilibrada. Debe prestar atención a sus necesidades físicas y su apariencia, sin que esto lo distraiga de cultivar su interior, como corresponde a un ser a quien Dios ha honrado haciendo que todos los ángeles se inclinaran ante él, y haciendo que todo lo que hay en los cielos y en la tierra estuviera sometido a él para su beneficio.
El musulmán debe preocuparse también por alimentar su formación intelectual correcta y su pensamiento, de modo que pueda entender la naturaleza y esencia de las cosas.
Él recuerda que el hombre no es solo cuerpo y mente, sino que también tiene alma y espíritu; y siente un deseo por cosas más elevadas que lo hacen levantarse por encima de su vida material y ascender a las alturas de la piedad, la virtud y la iluminación. De este modo presta igual atención a su desarrollo físico e intelectual de forma precisa balanceada, y no se concentra en un solo aspecto descuidando los demás. Es un ejemplo de sincera piedad filial con sus padres, los trata bien, con compasión infinita, cariño y profunda gratitud.
Es un ejemplo de buen trato con su esposa, relacionándose de forma inteligente, con profunda comprensión y cumplimiento cabal de sus deberes y responsabilidades.
Es un padre que comprende su gran responsabilidad para con sus hijos. Aunque los llena de amor y compasión, se preocupa también por los asuntos que puedan afectar su buena educación islámica.
Mantiene los lazos familiares que lo unen con sus parientes y conoce sus deberes para con ellos. Conoce el alto estatus del que gozan los familiares en el Islam, lo que hace que se mantenga en contacto con ellos a pesar de las circunstancias.
El verdadero musulmán es un ejemplo de buen trato, de consideración para con sus vecinos y las demás personas. Evita el maltrato y hace caso omiso de las ofensas de sus vecinos mientras se esfuerza por evitarlos él mismo. Siempre adopta una actitud islámica en la cual el buen trato a los vecinos es un principio básico.
Su relación con sus amigos y hermanos es la mejor y más pura porque se basa en el amor por la causa de Dios. Este amor puro, sincero y fraternal se basa en la guía del Corán y la Sunnah (dichos, hechos y aprobaciones del Profeta, la paz y las bendiciones de Al-lah sean con él), que se convirtió en un sistema único en la historia de las relaciones humanas. En sus relaciones sociales con toda la gente es educado, civilizado y noble. Se caracteriza por las actitudes que el Islam promueve.
El buen comportamiento como enseña el Corán y la Sunnah es un deber religioso en el Islam, por el cual se interrogará a una persona [en el Día del Juicio].
Esta es una descripción clara y bella de un musulmán cuyo carácter se formó en el Islam y cuyo corazón, mente y alma están llenos de la luz divina. El desarrollo de una sociedad no se mide solo en términos de sus logros científicos e invenciones materiales. Hay otro parámetro más importante aún para juzgar una sociedad: el predominio de los valores humanos como el amor, la empatía, el altruismo, el sacrificio, la rectitud y la pureza de pensamiento, comportamiento y relaciones humanas. Los individuos son la base de la sociedad; por ello, las ciudades bien encaminadas prestan atención al desarrollo humano y promueven los aspectos positivos y constructivos mientras buscan eliminar la maldad y las motivaciones dañinas, de modo que el individuo se convierta en un ciudadano modelo.
Es con grupos de tales ciudadanos ejemplares que se forman las ciudades limpias, civilizadas, fuertes, sanas y virtuosas.