“A la mañana siguiente, el Mensajero de Al-lah, sallallahu ‘alaihi wa sallam, llamó a ‘Ali Ibn Abi Talib y a Usama Ibn Zaid, que Al-lah Esté complacido con ellos, para consultarles sobre divorciar a su esposa cuando vio que la Revelación no se presentaba. Usama, que Al-lah Esté complacido con él, le aconsejó, guiado por lo que conocía de su buena reputación, y dijo: “¡Mensajero de Al-lah! Conserva a tu esposa; no sabemos de ella sino cosas buenas. ¡Por Al-lah!” En cambio, ‘Ali, que Al-lah Esté complacido con él, dijo: “¡Mensajero de Al-lah! Al-lah no te ha restringido nada y hay muchas otras mujeres aparte de ella. Sin embargo, pregúntale a la sirvienta que ella te dirá la verdad”. El Mensajero de Al-lah, sallallahu ‘alaihi wa sallam, llamó a Barirah y le dijo: “¡Barirah! ¿Has visto en ‘A’ishah algo sospechoso?” Barirah dijo: “Nunca he visto algo sospechoso en ella, excepto que es una muchacha muy joven que a veces se duerme y deja que la cabra se coma el grano”.
Ese mismo día el Mensajero de Al-lah, sallallahu ‘alaihi wa sallam, subió al púlpito y pidió que lo ayuden a castigar a ‘Abdul-lah Ibn Ubai Ibn Salul: dijo: “¿Quién me ayudará para castigar a esa persona que me ha dañado calumniando la reputación de mi familia? Pues, ¡por Al-lah!, no sé de mi esposa sino cosas buenas y han acusado también a un hombre del cual no conozco sino cosas buenas y nunca entró a mi casa sin mi compañía”. Sa’d Ibn Mu’adh se levantó y dijo: “¡Mensajero de Al-lah! Por Al-lah que yo te ayudaré contra él. Si es de la tribu Aws (la tribu de Mu’adh) le cortaremos la cabeza; y si es de nuestros hermanos de Jazrayy, ordénanos y ejecutaremos lo que ordenes”. Entonces, se levantó Sa’d Ibn ‘Ubada, señor de los Jazrayy, que había sido antes un hombre piadoso, pero fue arrastrado por el tribalismo, y dijo: “¡Mientes! ¡Por Al-lah! No lo matarás ni podrías hacerlo”. Entonces se levantó Usaid Ibn Al Hudair y dijo: “¡Juro que mientes! ¡Por Al-lah que lo mataremos! Pues tú eres un hipócrita que defiende a los hipócritas”. El alboroto y la tensión aumentaron y las tribus de Aws y Jazrayy estuvieron a punto de pelear una contra otra frente al Mensajero de Al-lah, sallallahu ‘alaihi wa sallam, en el púlpito. El Mensajero de Al-lah, sallallahu ‘alaihi wa sallam, descendió y los calmó hasta que se callaron y él se calló.
‘A’ishah agrega: “Todo ese día lloré; mis lágrimas no dejaban de fluir y no pude conciliar el sueño. A la mañana siguiente mis padres estaban junto a mí; llevaba dos días con sus noches llorando, hasta que pensé que mi hígado reventaría de tanto llorar. Mientras mis padres estaban sentados a mi lado, una mujer de los Ansar pidió pasar y yo se lo permití; entró y se puso a llorar a mi lado. Entonces entró el Mensajero de Al-lah, sallallahu ‘alaihi wa sallam, y se sentó a mi lado; algo que no hacía desde que se dijeron las calumnias sobre mí, y ya había pasado un mes sin que se le revelara nada sobre mí. Pronunció la Shahadah y dijo: “¡‘A’isha! Me ha llegado sobre ti esto y aquello (el supuesto adulterio con Safwan); si eres inocente Al-lah Demostrará tu inocencia. Y si cometiste un pecado, pues pide perdón a Al-lah y arrepiéntete ante Él; porque si el siervo reconoce su falta y luego se arrepiente ante Al-lah, Al-lah lo Acoge”. Cuando el Mensajero de Al-lah, sallallahu ‘alaihi wa sallam, terminó de hablar cesó completamente mi llanto y dije a mi padre: “Responde al Mensajero de Al-lah, sallallahu ‘alaihi wa sallam, por mí”. El dijo: “¡Por Al-lah! No sé qué decir al Mensajero de Al-lah, sallallahu ‘alaihi wa sallam”. Dije a mi madre: “responde por mí al Mensajero de Al-lah, sallallahu ‘alaihi wa sallam, sobre lo que dijo”. Ella dijo: “¡Por Al-lah! No sé qué decirle al Mensajero de Al-lah, sallallahu ‘alaihi wa sallam”. A pesar de ser una niña que no sabía mucho del Corán, yo dije: “Yo, ¡por Al-lah!, sé que vosotros sabéis lo que está diciendo la gente; y que eso ha llegado a vuestro interior y bien adentro lo creéis. Si os digo que soy inocente, y Al-lah Sabe que lo soy, no me creeríais; y si os digo que soy culpable de tal pecado, y Al-lah bien Sabe que soy inocente, me creeríais. ¡Por Al-lah! No encuentro nada como esta situación, excepto cuando el padre de Yusuf (José) dijo: {Tendré paciencia, y a Al-lah es a Quien debo implorar el socorro sobre lo que narráis.} [Corán 12:18]”. Y me di vuelta en mi lecho”.
Contiúna…