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Al Ifk (la calumnia) en contra de ‘A’ishah, la esposa del Profeta Muhammad I

Al Ifk (la calumnia) en contra de ‘A’ishah, la esposa del Profeta Muhammad I

Desde aquel momento glorioso en la historia del Islam en el que el Profeta Muhammad, sallallahu ‘alaihi wa sallam, siguiendo las órdenes de Al-lah, reunió a toda la gente de la Meca a su alrededor en el monte de Safa y les comunicó lo que Al-lah le había Revelado, y que el Altísimo lo había Escogido como Su Profeta y Mensajero para toda la humanidad, sus detractores aparecieron, y no escatimaron esfuerzos en urdir planes maléficos con los que intentaban apagar la llama del Islam. En ese tiempo el enemigo era conocido y públicamente anunciaba su enemistad en contra de todo musulmán.

Las cosas cambiaron una vez Al-lah Ordenó a Su Profeta, sallallahu ‘alaihi wa sallam, que emigrara a Medina e iniciara el establecimiento del Estado Islámico, allí surgió una nueva clase de enemigo que se ocultaba en las sombras de la hipocresía. Frente a todo el mundo se comportaban como musulmanes, al punto que no podía distinguírseles, Dice Al-lah (lo que se interpreta en español): {Cuando los hipócritas se presentan ante ti [¡Oh, Muhammad!] dicen: Atestiguamos que tú eres el Mensajero de Al-lah. Al-lah bien Sabe que tú eres el Mensajero, y Él Atestigua que los hipócritas son mentirosos. Se escudan en sus juramentos y así desvían a otros hombres del sendero de Al-lah. ¡Qué pésimo es lo que hacen! Ello [su hipocresía, es] porque creyeron y luego renegaron, entonces sus corazones fueron bloqueados y no pueden discernir… Ellos son el enemigo, precávete de ellos [¡Oh, Muhammad!]…} [Corán 63:1-4]. A la primera oportunidad utilizaban los medios que fueran para generar conflictos y división entre la comunidad de musulmanes, urdían planes para dar fin al Islam y a sus seguidores desde el interior y disfrazados de musulmanes.
Su inmoralidad y bajeza no tenía límites, tanto así, que incluso se metieron con el honor y la castidad de la familia del mismo Profeta, sallallahu ‘alaihi wa sallam. Sin temor alguno y sin pruebas acusaron a ‘A’ishah, que Al-lah Esté complacido con ella, de adulterio. Esta situación generó grandes problemas entre los musulmanes, casi se inicia una guerra interna entre los Ansar (musulmanes originarios de Medina).
Lo mejor que podemos mencionar de esta historia, es lo mismo que la víctima de esta falsedad nos relató con detalle en el hadiz trasmitido por Al Bujari en el que ‘A’ishah, la hija del gran Imam As-Siddiq (el que acepta la verdad), el Califa del Profeta Muhammad, sallallahu ‘alaihi wa sallam, Abu Baker, que Al-lah Esté complacido con ellos dos, dijo: “Cuando el Mensajero de Al-lah, sallallahu ‘alaihi wa sallam, deseaba salir de viaje sorteaba entre sus mujeres y la que salía favorecida lo acompañaba. En una de las expediciones que hizo sorteó entre nosotras, yo salí favorecida y lo acompañé, esto fue después de imponerse el uso del velo. Yo era llevada en el Hawdayy de un camello (son una especie de canastos grandes que se ponían sobre los camellos; eran totalmente cubiertos y cerrados con puertas. En ellos viajaban las mujeres para protegerlas de la inclemencia del clima y el viaje por el desierto) y éste se bajaba mientras yo estaba adentro. Después de que terminó la campaña, el Profeta, sallallahu ‘alaihi wa sallam, emprendió el regreso. Ya acercándonos a Medina, el Mensajero de Al-lah, sallallahu ‘alaihi wa sallam, ordenó que se prosiga la marcha por la noche. Cuando se dio la orden de partida yo me alejé del campamento para hacer mis necesidades. Cuando volvía al campamento para partir me toqué el pecho y me di cuenta que un collar mío de cuentas se había perdido. Volví sobre mis pasos procurando encontrar el collar y eso me retrasó. Mientras tanto, los que cargaban el hawdayy vinieron y lo levantaron sin sentir mi ausencia; lo pusieron sobre el camello en el que viajaba pensando que yo estaba dentro. En esa época las mujeres eran livianas y no pesaban mucho, ya que no comían mucha carne sino que comían un poco de comida; por ello, los que cargaron el hawdayy no se dieron cuenta de mi ausencia cuando lo levantaron y partieron sin mí, pues yo era una jovencita de poca edad (menos de 15 años). Yo encontré mi collar después de que el ejército había partido y al volver al campamento no encontré a nadie. Me quedé en mi lugar pensando que ellos me extrañarían y volverían por mí; mientras esperaba sentada me venció el sueño y me dormí.”
Continúa…

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