Su verdadero nombre era Hind, y su apodo era Umm Salamah, que Al-lah Esté complacido con ella. Ella provenía de la familia de Majzum, que pertenecía a la tribu de Quraish. El nombre de su padre era Abu Mugirah Ibn ‘Abdallah Ibn ‘Umar Ibn Majzum; y su madre era ‘Atikah Bint ‘Amir, quien pertenecía a la familia de Faras.
Umm Salamah, que Al-lah Esté complacido con ella, estaba casada primero con su primo Abu Salamah Ibn ‘Abdul Asad. Él era un hombre joven con un excepcional buen carácter y una conducta intachable. Era poco probable que este joven de moral tan elevada permaneciera inmóvil ante el mensaje vivificante del Noble Profeta, Muhammad, sallalahu ‘alayhi wa sallam.
Desafiando a los miembros de su tribu, Abu Salamah, que Al-lah Esté complacido con él, abrazó su nueva fe y entró a las filas del Islam. Umm Salamah, que Al-lah Esté complacido con ella, hizo lo mismo.
Desafiando a los miembros de su tribu, Abu Salamah, que Al-lah Esté complacido con él, abrazó su nueva fe y entró a las filas del Islam. Umm Salamah, que Al-lah Esté complacido con ella, hizo lo mismo.
Así, la pareja disfrutó del rango de esas nobles almas, quienes han ganado la distinción única de abrazar la nueva fe en esta primera etapa.
Estas nobles almas sufrieron toda clase de dificultades y hostigamientos por la causa del Islam, pero ellos no se desviaron ni siquiera una pulgada del camino correcto. Ya que había aumentado el número de personas que había abrazado la nueva fe vivificante, la persecución y la tortura a la que estaban sometidos también aumentó en intensidad.
Cuando esta persecución alcanzó niveles insoportables, el Noble Profeta, sallalahu ‘alayhi wa sallam, les dio permiso a sus seguidores para que emigraran a Abisinia (Etiopía), que era gobernada en aquel tiempo por un rey de buen corazón, para proteger sus vidas y preservar su religión.
De acuerdo con una narración auténtica, Abu Salamah y Umm Salamah, que Al-lah Esté complacido con ambos, también emigraron a Abisinia. Ellos regresaron a Meca después de haber pasado algún tiempo en el exilio. De meca se fueron a Medinah en su segunda emigración. Por aquellos días, Abu Salamah, que Al-lah Esté complacido con él, tenía sólo un camello; así que sentó a Umm Salamah, que Al-lah Esté complacido con ella, y a su pequeño hijo, Salamah, en la montura y, tomando las riendas de su camello, comenzó su largo viaje a pie.
Cuando la familia de Umm Salamah, que Al-lah Esté complacido con ella, se enteró de los planes de la pareja, los interceptaron y le dijeron a Abu Salamah, que Al-lah Esté complacido con él, que él podía proseguir pero no permitirían que ella fuera con él. Ellos le arrebataron las riendas del camellos a Abu Salamah, que Al-lah Esté complacido con él, y forzaron a Umm Salamah, que Al-lah Esté complacido con ella, a desmontar. Mientras tanto, Banu ‘Abdul Asad, los miembros del clan de Abu Salamah, aparecieron en escena y arrebataron al hijo de Umm Salamah y amenazaron a Banu Mugirah que si no permitían que ella acompañara a su esposo, ellos tampoco permitirían que el niño acompañara a su madre, y dijeron que Abu Salamah era libre de ir a donde quisiera.
El Noble Profeta, sallalahu ‘alayhi wa sallam, había dado permiso a sus Compañeros, que Al-lah Esté complacido con ellos, de emigrar a Medinah, donde podrían vivir en paz y a salvo de las torturas de Quraish. Así que Abu Salamah, que Al-lah Esté complacido con él, se fue a Medinah dejando a su esposa y a su hijo atrás. Umm Salamah se quedó con los Banu Mugirah, mientras que su hijo estaba en custodia de loa Banu ‘Abdul Asad. Así, los tres –el padre, la madre y el hijo– tuvieron que sufrir el dolor de estar separados.
Umm Salamah, que Al-lah Esté complacido con ella, estaba muy angustiada por estar separada de su hijo y su esposo. Todos los días salía y se sentaba desconsolada sobre una pequeña colina, llorando, anhelando reunirse con su esposo y su hijo. Y así pasó un año entero.
Un día, un hombre influyente y de buen corazón del clan de Banu Migirah la vio en una condición lamentable y fue conmovido por su agonía. Entonces, llamó a la gente de su tribu y les dijo: “Esta mujer es de nuestra propia carne y sangre, ¿cuánto tiempo más la mantendremos alejada de su esposo y su hijo? ¡Por Al-lah! Nuestra tribu es muy valerosa y honorable; no podemos tolerar la persecución de gente inocente.
Al escuchar esto, los miembros de su tribu le permitieron a Umm Salamah, que Al-lah Esté complacido con ella, reunirse con su esposo en Medinah. Cuando Banu ‘Abdul Asad supo de esto, ellos también tuvieron lástima y enviaron a su hijo, Salamah, con ella. Ella, que Al-lah Esté complacido con ella, tomó a su hijo y un camellos para montar sola hacia Medinah. En At-Tan’im (en las afueras de Meca), encontró a ‘Uzman Ibn Talha Ibn Abu Talha, que Al-lah Esté complacido con él, un bondadoso y decente hombre de Meca. Cuando él vio a Umm Salamah, que Al-lah Esté complacido con ella, viajando sola con su pequeño hijo, pensó: “Sería muy mal educado de mi parte no escoltar a esta mujer de Quraish que viaja sola a Medinah”.
Él, que Al-lah Esté complacido con él, tomó las riendas del camellos de Umm Salamah y comenzó el viaje hacia Medinah. Cuando se detenían en el camino, ‘Uzman, que Al-lah Esté complacido con él, se retiraba a descansar bajo la sombra de un árbol. Cuando llegaron a Quba’, donde estaba Abu Salamah, que Al-lah Esté complacido con él, ‘Uzman regresó a Meca y Umm Salamah se reencontró con su esposo, quien agradeció a Al-lah por reunirle nuevamente con su familia.
Umm Salamah, que Al-lah Esté complacido con ella, siempre estuvo agradecida con ‘Uzman, que Al-lah Esté complacido con él, por su bondadoso gesto. Ella, que Al-lah Esté complacido con ella, solía decir: “Nunca he visto a un hombre más gentil y compasivo que ‘Uzman Ibn Talha”.